POEMA UNO
A quién pretendo engañar,
todo este día gris se me viene encima,
toda esta cotidianidad me engulle,
estoy harto de saltar muros correr por el barro
arrastrarme por el suelo todas las noches para poder avanzar,
es imprudente levantarse y afrontar las cosas de pie y de frente,
lo dice el sistema, todos los manuales de procedimientos,
la lógica, el protocolo, la obediencia
y la ley básica de supervivencia:
los fuertes sobreviven,
los débiles mueren.
(El hombre es un lobo para el hombre).
POEMA DOS
Las rejas desde donde ves
a los niños empezar el día,
la esquina donde escuchas
negociar el precio del cuerpo de una mujer,
la ventana desde donde imaginas
aviones, pájaros, la ciudad creciendo,
las cruces unas más grandes que otras
que carga cada persona que se cruza contigo,
tú mismo, llevando la tuya,
las manos que te ayudan a levantarte
cuando tropiezas y caes,
la sonrisa desde donde observas el mundo
pensando que podrías con todo,
la luz de las farolas que te sostiene tantas noches,
el cajón donde guardas tus desastres
y el tiempo inútil que coleccionas sábados y domingos…
Vuelves a mirar cómo los niños empiezan su día;
tú has pagado los cuerpos de demasiadas mujeres
y piensas que ya es tiempo de mirar más allá:
un día de estos vas a ser una persona normal,
vas a encontrar a esa otra persona,
te casarás y tendrás hijos: dos,
una niña y un niño,
la parejita.

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