Ya cuando todos los ecos luminosos han dejado de seducirme
y la invasión permanente de imágenes ha dejado de ser un recurso con el que salvar las noches,
cuando miro mis bolsillos y sólo hay
palabras que no nos dijeron nunca
y que aprendimos no sabemos cómo del silencio.
Ya cuando parece que recordamos más allá
un algo de algo que parecimos ser, que fuimos,
la pequeña rama que se parte con el aire
y termina en el suelo con las demás ramas.
Sin tener lugar al que tener que ir,
donde el tiempo es realmente tiempo y es por eso por lo que asusta.
Ya sólo estar.

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