PEQUEÑOS DESCUBRIMIENTOS

ELENA MEDEL

Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
por dentro de tanta soledad.

MARTIN LOPEZ-VEGA

Me llevaré todo de este día:
el billete que me trajo desde Praga,
la orilla amistosa del Rhein,
las largas horas en el café Uel.
Guardaré para siempre
los instantes hablando de las viejas amistades,
tu sonrisa que es una puerta y un mapa del paraíso,
las bromas y las confesiones tardías, la melancolía
de despedirse de nuevo.
Guardaré todo eso
-y el helado sentados en aquellas escaleras
y la cena borracha
y descubrirnos tan diferentes a cómó éramos
y tan nuevos.
Si antes de nacer me propusieron
en pago a todas las desdichas recibir sólo este día,
seguro que acepté.
Ahora lo llevaré conmigo para siempre;
nunca acabará este día: ni siquiera cuando todo acabe.

DEBORAH VUKUSIC

me veo
me miro
me escudriño

y no es un acto de vanidad
lo hago para ser consciente de que todavía no me he borrado


mi paso continúa en la tierra

SERGIO C. FANJUL

tú querías ser Arthur Rimbaud.
poner color a las vocales.
recibir la bala de Verlaine. arañar con tus dulces zarpas
las almas de la burguesía. y huir con toda la gloria.
a los diecinueve años. la carne aún blanca
y blanda. y la sensibilidad extenuada.
cagándote en Dios, ciego de absenta y láudano.

tú querías ser Guy Debord.
derrumbar la sociedad como objetivo. destruir
el Espectáculo y hacer de la vida cotidiana una revuelta.
buscar, debajo de cada adoquín, una playa. al final
sentir el hierro negro y frío contra tu paladar,
apretar entonces el gatillo. a los sesenta y tantos.
arruinado por el alcohol, ya casi muerto.

tú querías ser Johnny Rotten.
Dios Salve a la Reina. en los escenarios
de toda Inglaterra, manifestaciones puritanas
a las puertas de los bares.
me importa un cojón: Sid y Nancy consumidos por la droga
y ningún futuro para nadie. los dientes verdes
y un lugar de honor en la historia del (punk) rock.

querías agarrar la Tierra con los dedos.
contra el Cielo hacerla retumbar.

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Tú sí que eres sucia,
tu cuerpo huele a cuerpo
y a caverna,
y tu sucio aliento
—quimérico y caliente—
susurra cosas sucias
en mi oreja.

Eres sucia
porque tienes sucio
el centro del cerebro,
porque sucio está tu pecho,
tu vientre,
lo que piensas,
lo que sueñas,
lo que escarbas
en la tierra.

Animal de noche y brea
a cuatro patas,
mirando hacia detrás
cuando te embisto,
me ensucias de sudor,
de veneno
y alquitrán.

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