Tengo la felicidad de mis pies colgando,
cincuenta metros cuadrados de ciudad que son míos,
cinco minutos que saco cada mañana
para imaginarme a mi vecina de arriba duchándose,
tengo los bailes que voy improvisando por las calles, las risas espontáneas
y los escándalos que montan los maniquíes que me compré para no sentirme solo,
tengo los papeles que voy enseñando por el mundo intentando provocar algún cambio,
la historia de mi supervivencia, la razón que me dan
todos los espejos con los que estoy llenando las paredes de mi casa,
propuestas de abandono, simulacros de especie,
pedazos de la irrealidad denostada por los ciclos de la vida,
tengo el balance de los años que me faltan
metido en el círculo de las horas:
la sinceridad de los sonámbulos
y el hambre de las sombras.

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