No soy capaz de decirte en qué escalón exacto de la torre
conseguí determinar lo infinita que era tu sonrisa a orillas del Rhin,
si lo intuí ya en Düsseldorf, o si fue en Köln.
Puede que la altura influyera,
miento, más bien mi miedo a la altura,
miento, más bien mi miedo a la caída,
miento, más bien mi miedo a la muerte
ahora que en mi vida estás tú
y creo tener demasiadas cosas a perder o por hacer, a mi edad.
Sin respiración casi, situándome cerca de mis propios límites,
como en este vuelo de regreso a mitad de regreso,
defendiéndome de mis propios temores
armado con una cámara de fotos
con la que no paro de incomodarte,
el sol apagando tu sonrisa, dormida ahora como tú.
Más de quinientos escalones son muchos, sí, es cierto,
pero te miro y miro la altura y miro a mi alrededor,
y sé que jamás habrá escalones, torres, catedrales,
historia o personas suficientes, aviones,
que juntos puestos en cadena como sucesión de postales o recuerdos,
me produzcan una sensación parecida
a la inmensidad que en la cotidianidad de nuestra pequeña historia
tú consigues retener para nosotros.

Comentarios

Entradas populares